Friday, January 12, 2007

Qué ganamos!

Leyendo a Anita Rodríguez en su actualizadísimo blog recordé una historia que debe ser contada.

Era un domingo de primavera hace ya un año y tanto. Yo venía de vuelta de mi pega en la radio y hacía un poco de calor. El metro lleno de familias que venían de pasear en el parque o quién sabe dónde. De pronto en la estación Universidad de Chile el carro no parte nunca. Recuerdo bien lo que decían por los parlantes "¡Sigma, sigma!", ¡Que diablos era sigma!

Corren mil y un guardias por el andén hacia el primer carro. Desde el cielo se escucha una locución inentendible, que a la segunda repetición se entiende que debemos abandonar la estación rápido y sin preguntar.

Nadie hizo caso a la primera. La gente se abalanzaba como loca. Yo también fui, con la misma ansiedad que todos, pero lento, haciendo como que controlaba todo y apuntando con el dedo a los mirones impulsivos. Pero nada, sólo quería ver. Me sentí como en la primera escena de la película Tesis, de Amenábar. Esa misma sensación entre miedo, curiosidad, esa tentación de querer lo prohibido. Era tanto el alboroto que no veía nada. Me pasé al otro lado de la estación sólo para observar.

Y ahí estaba ella. Una persona X. Una doña nadie. Vestida completamente de negro. Acostada y con su largo pelo extendido sobre sobre uno de los rieles. Con los ojos cerrados. Se veía como esperando que algo más sucediera.

Recuerdo cómo me sentí luego de ver la escena. Un imbécil. Un estúpido que caía en las garras del escándalo, ese que vemos en las noticias y que nos indigna. Ojalá no les ocurra nunca, porque el arrepentimiento es grande.

Nadie sabía su real estado, pero se veía como durmiendo, tranquila, como que pudo sacar su rabia, su pena o pudo purgar sus demonios. Como que dormía un plácido sueño.

No duré mucho viendo la escena. Abandonando el andén, subiendo la escalera mecánica veía cómo la gente aún quería ver lo que yo vi. Cambio la vista y leo en el mural de Toral :

"Qué ganamos con levantar hermosos edificios, fabricar aviones veloces, artefactos que llegan a otros planetas si no tenemos hombres felices que viajen y los habiten"

Toral lo dijo todo allí. Como que lo tenía preparado. Me apuré en salir de la estación. Callado y avergonzado.

3 comments:

Gabriel Mérida said...

qué heavy


no estoy seguro, pero creo q esa frase es de McIver, en su famoso discurso "Me parece que no somos felices"

saludos,
G

memoriadepez said...

Fuerte..
Y qué hice yo para inspirar esto?

Carlitos said...

una vez lei que la felicidad era como una puta cara con la que estabas muy poco rato.

y sobre la chica ella... uhm
tengo 2 para contar, el olor a parrillada en baquedano unos 3 años atrás del cual no me quise enterar y de los salpicones de visceras y asngre en la ventana del metrotren hace un año aprox... ah y un ramo reprobado por que alguien cayo ebrio a los rieles.

es terrible. pero cuando ya son más y te empiezas acostumbrar como que le encuentras razon a stalin y piensas que sólo son estadisticas. lo bueno de ello es que tampoco te ataca el morbo. lo malo es que la indiferencia es grande.

que gran texto, que bueno leerte de nuevo. menos mal te tenái linkeado aun en mi regreso a bloggerlandia.

saludos
carlitos